El descubrimiento clave para conseguir naves que viajen más rápido que la luz

El descubrimiento clave para conseguir naves que viajen más rápido que la luz

Avi Loeb nos recuerda que siempre que hemos creído tener claro cómo funcionaba el universo, el universo nos ha demostrado que estábamos equivocados.

a persona más vieja del mundo, Lucile Randon, nació hace 118 años, justo antes de que se descubriera la relatividad y la mecánica cuántica. Resulta aleccionador darse cuenta que nuestras nociones actuales sobre el espacio y tiempo son más jóvenes que la persona más anciana del mundo. ¿Cambiarán considerablemente estas nociones en los próximos 118 años, cuando un recién nacido hoy siga vivo entonces?

Antes de decir «no» hay que considerar que Albert Michelson — cuyo famoso experimento con Edward Morley refutó la existencia del éter — dijo en 1894, durante la inauguración del Laboratorio de Física Ryerson de la Universidad de Chicago, que los grandes principios de la física ya estaban todos descubiertos y que «las futuras verdades de la ciencia física habrá que buscarlas en los sextos decimales». No pudo imaginar las posteriores revoluciones en nuestras nociones fundamentales de la realidad una o dos décadas más tarde. Se trata de una actitud natural de los expertos que quieren mantener su estatus profesional agarrándose a los conocimientos del pasado que constituyen los cimientos de su prestigio.

Michelson habría sufrido una conmoción si hubiera descubierto que la mayoría de los aparatos electrónicos que utilizamos habitualmente en el siglo XXI se basan en las ideas ‘revolucionarias’ de la Mecánica Cuántica y la Teoría de la Relatividad Especial; incluso con la Relatividad General usándose en los sistemas de navegación GPS. Definitivamente, estos inventos no son la consecuencia del refinamiento de la física clásica con un sexto decimal.

Hay buenas razones para ser optimistas sobre nuestro próximo siglo. Todavía no disponemos de una única teoría verificada experimentalmente que unifique la Relatividad General y la Mecánica Cuántica, los dos pilares de la física moderna. Décadas después de que se descubra esa Teoría de la Gravedad Cuántica, podremos ver anuncios de trabajo para ingenieros que la utilizarán para construir naves que lleven a los humanos a las estrellas más rápido de lo que jamás hemos imaginado. Tampoco sabemos si los ingredientes cósmicos primarios de la energía y materia oscura, o cualquier relación que tengan con la gravedad cuántica, podrán utilizarse para esa propulsión. Cuando uno se enfrenta a un portal cerrado, puede suponer ingenuamente que abrirla es un gran desafío aunque para abrirla sólo se necesite una simple llave.

Nuestro avance hacia una nueva llave que abra la puerta a una mejor comprensión de la realidad puede llevar tiempo, debido a la falta de datos experimentales que nos puedan guiar. La gravedad cuántica juega un papel importante en el Big Bang y dentro de los agujeros negros, pero estos entornos no se pueden acceder fácilmente de forma experimental.

Curiosamente, existe otro camino para avanzar. Podemos dar un salto de gigante en nuestro futuro conocimiento científico encontrando artilugios extraterrestres que revelen lo que otras civilizaciones puedan haber logrado durante muchos más siglos de investigación científica.

La posibilidad de encontrar una civilización exactamente en nuestra fase tecnológica es pequeña, aproximadamente de una entre cien millones, la relación entre la edad de Lucile Randon y la edad de las estrellas más antiguas de la Vía Láctea. Lo más probable es que encontremos civilizaciones que están muy por detrás o muy por delante de nuestros conocimientos científicos. Para encontrar la primera clase, tendremos que visitar las selvas de los exoplanetas, los hábitats naturales similares de las primitivas culturas humanas durante la mayor parte del último millón de años. Esta tarea requiere una enorme cantidad de esfuerzo y tiempo con nuestras actuales tecnologías de propulsión. Usando cohetes químicos tardaríamos al menos cuarenta mil años en llegar al sistema estelar más cercano, Alfa Centauri, situado a cuatro años luz. Su velocidad es diez mil veces inferior a la de la luz.

Pero, si las civilizaciones científicas más avanzadas iniciaron su investigación científica hace miles de millones de años, es probable que no necesitemos ir a ninguna parte porque su tecnología puede haber llegado ya a nuestro barrio cósmico en forma de objetos interestelares o meteoritos. En ese caso, lo único que tendríamos que hacer es ser observadores curiosos, como los miembros del Proyecto Galileo, que actualmente están montando su primer sistema de telescopios en el tejado del Observatorio del Harvard College.

Esta búsqueda de nuevos conocimientos es urgente. Si queremos evitar la extinción por una catástrofe autoinflingida durante los próximos siglos deberíamos financiar programas como el Proyecto Galileo a un nivel presupuestario comparable al de nuestros mayores proyectos científicos.

En contraste con la actitud de Michelson, quiero creer que los seres humanos del futuro tendrán mucho más conocimiento que nosotros. Es bastante deprimente pensar que ya hemos alcanzado la cúspide de nuestros conocimientos científicos. Al contrario, yo soy optimista y creo que una nueva generación de estudiantes tendrá muchos más conocimientos que sus veteranos profesores.

La única manera de progresar es reconociendo nuestra ignorancia y teniendo la mente abierta para aprender de nuestras observaciones. Espero que los que dicen ser expertos en la práctica de la ciencia, sigan de verdad el método científico para buscar nuevos datos admitiendo que todavía tienen mucho más que aprender.

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