El golpe de Estado de las fuerzas militares en Myanmar retumba aún al centro de los organismos multilaterales del mundo.
Los birmanos volvieron a protestar ayer en las calles del país, pese al miedo y la sangrienta represión, que ha dejado al menos 54 personas muertas, según la ONU, la cual pidió a las fuerzas del orden que deje de “asesinar” a los manifestantes.
El Ejército, que llegó al poder tras derrocar el 1 de febrero al gobierno civil de Aung San Suu Kyi, “debe dejar de asesinar y de encarcelar a los manifestantes”, clamó la Alta Comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet, quien estima que van alrededor de 54 decesos desde el golpe.
El relator especial de la ONU sobre Birmania pidió al Consejo de Seguridad que introduzca un “embargo mundial de armas” a Birmania, y que dicte sanciones internacionales específicas.