Pájaros cantan a todo pulmón, jabalíes caminan por la ciudad y delfines están de regreso en las costas. El confinamiento ha dado vía libre a los animales, que disfrutan de la calma, y los humanos se toman más tiempo para observar la naturaleza.
En los primeros días del confinamiento por el coronavirus, los habitantes de las grandes ciudades redescubrieron el canto de los pájaros. Se vieron jabalíes en Barcelona y un oso paseándose por una pequeña aldea de Asturias. En Madrid hay pavorreales por las calles; además, un puma silvestre deambulaba por las calles desiertas de Santiago de Chile, informaron las redes sociales.
Los animales salvajes urbanos tienen vía libre para pasear por las ciudades, señaló Romain Julliard, director de investigación del Museo Nacional de Historia Natural de París. Citó el ejemplo de los zorros, que cambian su comportamiento de forma muy rápida, cuando un espacio está tranquilo.
Asimismo, los animales y las aves que viven en los parques urbanos, como gorriones, palomas y cuervos, abandonan su territorio habitual y liberan espacio para otros.
En cuanto a los pájaros, ahora se les puede escuchar cantar. Algunos dejan de hacerlo cuando hay ruido, sostuvo Jérôme Sueur, especialista en acústica del Museo Nacional de Historia Natural. El ruido también altera su comportamiento y genera estrés, precisó.
La desaparición de la cacofonía humana es beneficiosa para los animales, en plena primavera en el hemisferio norte.
Apogeo del apareamiento
El confinamiento coincide, para ciertas especies, con el apogeo de la temporada de apareamiento.
Es el caso del sapo común y de la salamandra moteada, que muchas veces son atropellados cuando cruzan las carreteras, aseguró Jean-Noël Rieffel, director regional de la Oficina Francesa de la Biodiversidad.
Las gaviotas de cabeza negra, que anidan en los bancos de arena del río Loira, en Francia, suelen ser perturbadas en tiempo normal, pero ya no hay más caminantes, perros ni canoas. Tampoco hay curiosos que molesten a los cervatillos.
En el Parque Nacional de las Calanques, cerca de Marsella, cerrado al público, los animales regresan a sus espacios naturales a una velocidad sorprendente, indicó Didier Réault, su titular.
Las pardelas que solían anidar en los archipiélagos, en áreas altamente protegidas, ahora se reúnen en el agua, puntualizó.
Las orquídeas crecen en paz
Lo mismo ocurre con las plantas. Las orquídeas salvajes, protegidas, son recogidas por los caminantes, destacó Rieffel. Este año podrían crecer en paz.
En la ciudad, los céspedes florecen y ofrecen recursos para abejorros, abejas y mariposas, dijo Julliard. Para el científico, quizás el fenómeno más importante es que nuestra manera de ver a la naturaleza está cambiando: las personas confinadas se están dando cuenta de cuánto la extrañan.
El lema confinados pero al acecho de la Liga Francesa de Protección de las Aves insta a abrir ventanas, observar a los pájaros e identificarlos si pueden, precisó Allain Bougrain-Dubourg, su líder.
Sin embargo, el confinamiento de los humanos es una mala noticia para las especies acostumbradas a alimentarse de los desechos.
Otro inconveniente es que se interrumpen las operaciones de ayuda a las especies en peligro de extinción o de lucha contra las especies invasoras, declaró Loïc Obled, director general Adjunto de la Oficina Francesa de Biodiversidad.
También será necesario manejar de la mejor manera el fin de la cuarentena. La gente querrá estar cerca de la naturaleza, pero un exceso puede ser desfavorable, alertó Rieffel.
En Ecuador, el gobierno de la capital pidió circular con precaución, ya que se han registrado más avistamientos de lo normal de animales salvajes, como osos y zorros, en calles y carreteras debido a la escasa presencia de gente. La fauna de Quito está formada por más de 200 especies, algunas en peligro de extinción.