A escondidas de sus padres, la niña abrió una cuenta en Instagram con 11 años, dos antes de la edad permitida por la plataforma. Hoy tiene 19 años y sufre de depresión, ansiedad y anorexia a causa de la influencia de la red social, aseguran los demandantes que acusan a Meta, la empresa matriz.
Alexis Spence tenía apenas 11 años cuando consiguió abrirse su primera cuenta de Instagram, sin el conocimiento de sus padres. Lo hizo a pesar de que la edad mínima requerida que exige la plataforma es 13 años.
Hoy tiene 19 y ha sido hospitalizada por depresión, ansiedad y anorexia. Esta semana, el Social Media Victims Law Center, un grupo que aboga por las familias de adolescentes afectados por su actividad online, impuso una demanda en su nombre a Meta, la empresa matriz de Instagram.
En la demanda, impuesta ante el Tribunal del Distrito Norte de California, el grupo, con sede en Seattle, alega que a poco de abrirse la cuenta, casi de forma inmediata el motor de inteligencia de Instagram condujo a Spence, entonces en quinto grado, a grupos con contenidos que glofirificaban la anorexia o las autolesiones, a la vez que fomentaba una adicción de la niña a la aplicación.
Ese uso adictivo de la plataforma hizo que Spence, antes «segura y feliz» ahora tenga que batallar «para mantenerse en recuperación todos los días» como resultado del «contenido dañino y las funciones que Instagram promovió y le proporcionó», asegura la demanda.
La adolescente contó que había llegado a tener varias cuentas y que accedía a ellas durante horas en medio de la noche, para que no la vieran sus padres, que ya empezaban a mostrarse preocupados por su comportamiento, cada vez más hostil. Una vez llegó a hacerle un agujero a la pared cuando sus padres intentaron quitarle el celular.
La joven ahora vive en Long Island con sus padres y su perro de terapia, que alerta sobre sus autolesiones o trastornos alimentarios y nunca la deja sola. Recuerda que durante años el agoritmo de Instagram le estuvo mostrando en la página de Explorar una serie de cuentas relacionadas con «thinspo» o «thin-spiration», fotos de chicas muy jóvenes y modelos demacradas que pretendían imponerse como un código de belleza. Spence cuenta que guardaba las fotos para buscar «motivación» cada vez que sentía hambre y le daban ganas de comer.
Además, en las recomendaciones de cuentas a seguir había muchas que daban claves y recomendaciones para realizar dietas extremas o para la llamada ‘purga’ bulímica, o sea, el momento de vomitar.
La demanda recoge un pasaje de sus 12 años, cuando hizo un dibujo de sí misma llorando en el suelo junto a su teléfono, con las palabras «gorda fea y estúpida» en la pantalla y una burbuja de pensamiento que ponía «suicidio». Tres años después, con apenas 15, Spence ya estaba recibiendo tratamiento psiquiátrico de emergencia por sus pensamientos suicidas, anorexia y bulimia.
El testimonio de una exempleada de Facebook alertó a los padres sobre Instagram
Los Spence son profesores y durante años vivieron desesperados sin lograr entender qué le pasaba a su hija. Fue el testimonio público de una antigua empleada de alto nivel de la compañía Meta, antes Facebook, lo que hizo que se dieran cuenta que era Instagram lo que estaba detrás del cambio de comportamiento y personalidad de su hija, era la plataforma la que estaba conduciendo a su hija a ese tipo de contenidos.