«La gente estaba haciendo fuegos colectivos para calentar comida», afirma esta responsable para dar cuenta de unas condiciones humanitarias que son «realmente pésimas». «Nos preocupa mucho» la situación actual, advierte la jefa de comunicaciones del Comité Internacional de la Cruz Roja.
MADRID (EUROPA PRESS) -La salida de las fuerzas rusas de la localidad ucraniana de Bucha supuso el fin de los combates. Entre la población, cunde ahora un «miedo al silencio», un temor a no saber lo que puede estar por llegar ahora que se han callado las armas y que la situación humanitaria sigue siendo límite.
Trabajadores del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) han visitado recientemente la zona y se han encontrado con escenas «terroríficas», en palabras de la jefa de comunicaciones de la organización en Ucrania, Patricia Rey González.
Las autoridades ucranianas denunciaron la matanza de cientos de civiles en zonas aledañas a Kiev como Bucha y quienes siguen vivos lo hacen a duras penas. Rey González explica a Europa Press que hay personas vulnerables, mayores y enfermos, que siguen en Bucha sin calefacción, sin agua, sin electricidad.
«La gente estaba haciendo fuegos colectivos para calentar comida», afirma esta responsable para dar cuenta de unas condiciones humanitarias que son «realmente pésimas». «Nos preocupa mucho» la situación actual, advierte.
A la falta de suministros y bienes básicos se suma además que «la gente está traumatizada». Todos ellos tienen una historia de dolor detrás y, de hecho, «en cuanto empiezas a hablar con ellos se ponen a llorar», incapaces de aguantar las lágrimas ante lo vivido.
Piden agua y pan al ver a personas llegadas de fuera, mientras intentan adaptarse a un nuevo contexto en el que arrastran traumas. «Les da miedo el silencio», ya que durante semanas «se habían acostumbrado al ruido de la guerra», cuenta la portavoz del CICR. Tienen miedo a «qué va a ser lo siguiente».
Acceso «muy complicado»
Organizaciones como el CICR trabajan ahora para que la ayuda humanitaria fluya hacia zonas como Bucha. A esta localidad en concreto, el Comité ya ha llevado una primera asistencia de emergencia, pero el acceso es «muy complicado», en gran medida por la «contaminación» por armas.
«Estamos decididos a seguir dando la ayuda necesaria a estas poblaciones», subraya Rey González, al hablar no solo de Bucha sino también de ciudades como Irpin. Para ello, se mantiene en contacto con las autoridades locales.
No obstante, el CICR prefiere no calificar las muertes de civiles en estas áreas cercanas a Kiev, en aras de la neutralidad. Los equipos que han viajado hasta Bucha sí han anotado todas las posibles violaciones del Derecho Internacional Humanitario con el objetivo de trasladárselo a las partes de manera «confidencial».
El objetivo, según la portavoz, es que situaciones como ésta no se repitan y «se respetan las leyes de la guerra». Este respeto pasa por proteger a la población y también la infraestructura civil, una catalogación que protege por ejemplo a inmuebles como escuelas, hospitales o teatros.
En Mariúpol, una localidad a orillas del mar de Azov asediada por las tropas rusas, la situación es «apocalíptica», con miles de personas atrapadas ante la falta de acuerdo entre las partes para establecer corredores seguros que permitan no sólo la salida de la población, sino también la entrada de ayuda.
Rey González lamenta que «la neutralidad no es una prioridad de las partes en conflicto», algo que espera que cambie. «Queremos recordar lo importante que es para llevar a cabo operaciones que tienen un impacto real en la gente», señala.
Fuente: Proceso